Una carta de Terry Jones (integrante del grupo Monty Python) al London Observer
Domingo, 26 de enero de 2003
Estoy entusiasmado con la última razón que da George Bush para bombardear
Iraq: se le agota la paciencia. ¡A mí me pasa lo mismo! Llevo un tiempo
bastante cabreado con el Sr. Johnson, que vive dos puertas más abajo. Bueno:
con él y con el Sr. Patel, que regenta la tienda de comida naturista. Los
dos me miran mal, y estoy seguro de que el Sr. Johnson planea algo horrible
contra mí, aunque aún no he podido descubrir el qué. He estado
husmeando su casa para ver qué pretende, pero tiene todo bien escondido. Así
es de taimado. En cuanto a Patel, no me pregunten cómo lo sé, el caso es que
sé -de buena tinta- que en realidad es un asesino en serie. He llenado la
calle de panfletos explicando a la gente que si no actuamos primero, nos irá
liquidando uno a uno. Algunos de mis vecinos dicen que si tengo pruebas, que
vaya a la Policía. Qué ridiculez. La Policía diría que necesitan evidencia
de un crimen del que acusar a mis vecinos. Saldrían con interminables
sutilezas y objeciones sobre los pros y los contras de un ataque preventivo,
y mientras tanto, Johnson estaría finalizando sus planes para cometer actos
terribles contra mi persona, mientras Patel estaría matando gente en
secreto. Ya que soy el único de la calle con un arsenal decente de
armas automáticas, me doy cuenta de que es cosa mía mantener la paz. Pero
hasta hace poco ha sido algo difícil hacerlo. Ahora, sin embargo, George W.
Bush ha dejado claro que todo lo que necesito es que se me agote la
paciencia, ¡y ya puedo tirar hacia delante y hacer lo que quiera! Y
reconozcámoslo, la política cuidadosamente razonada de Bush con respecto a
Iraq es la única manera de conseguir la paz y la seguridad internacionales.
La única manera segura de parar a los terroristas fundamentalistas suicidas
que amenazan a EE.UU. y al Reino Unido es bombardear algunos países
musulmanes que nunca nos han amenazado. ¡Por eso quiero volar el garaje de
Johnson y matar a su mujer y sus hijos! ¡Ataquemos primero! Eso le dará una
lección. Así nos dejará en paz y dejará de mirarme de esa manera tan
absolutamente inaceptable. El Sr. Bush deja claro que todo lo que él
necesita saber antes de bombardear Iraq es que Saddam es un hombre
desagradable de verdad y que tiene armas de destrucción masiva -aunque nadie
pueda encontrarlas-.
Estoy seguro de que tengo la misma justificación para matar a la esposa y a
los hijos de Johnson, que tiene Bush para bombardear Iraq. El deseo a largo
plazo del Sr. Bush es hacer del mundo un lugar más seguro, eliminando a los
“estados peligrosos” y al “terrorismo”. Una intención a largo plazo bien
inteligente, porque, ¿cómo diablos se sabe cuándo se ha acabado? ¿Cómo sabrá
Bush cuándo ha acabado con todos los terroristas? ¿Cuando todos los
terroristas hayan muerto? Pero un terrorista sólo lo es una vez que ha
cometido un acto de terror. ¿Qué pasa con los futuros terroristas? Ésos son
los que realmente hay que eliminar, porque la mayor parte de los terroristas
conocidos, como son suicidas, se eliminan ellos solos. ¿Será acaso que el
Sr. Bush necesita acabar con todos los que podrían, quizá, ser futuros
terroristas? ¿A ver si es que no puede estar seguro de lograr su objetivo
hasta que cada fundamentalista islámico esté muerto? Pero resulta que
algunos musulmanes moderados pueden convertirse en fundamentalistas.
Tal vez lo único seguro que quepa hacer, según Bush, sea eliminar a todos
los musulmanes. Lo mismo pasa en mi calle. Johnson y Patel son sólo la punta
del iceberg. Hay docenas de personas en la calle a las que no gusto y
que -lo digo con el corazón- me miran muy mal. Nadie estará seguro hasta que
haya acabado con todos. Mi mujer me dice que a lo mejor estoy yendo
demasiado lejos, pero yo le digo que lo único que hago es usar la misma
lógica que el Presidente de los Estados Unidos. Con eso le callo la boca. Igual que
le ocurre al Sr. Bush, a mí se me ha acabado la paciencia, y si ésa es razón
suficiente para el Presidente, también lo es para mí. Le daré a la calle
entera dos semanas -no, diez días- para que salgan a la luz y entreguen a
todos los alienígenas y piratas interplanetarios, a los forajidos galácticos
y a los cerebros terroristas interestelares, y si no los entregan de buena
gana y dicen “gracias”, bombardearé la calle entera. Tan sensato es esto
como lo que se propone George W. Bush. Y al contrario de lo que él pretende,
mi política sólo destruirá una calle.